viernes, 17 de agosto de 2018

EN LA COLA DEL PAN



Llegué a la panadería
pues me dieron un buen dato:
que en la tarde venderían
y habría pan para rato.

Vi el paquete de dieciocho
panes un millón quinientos
claro, panes más bien “mochos”
pero estaremos contentos.

Al entrar yo fui la última
a pesar de ser pequeña
“¿No es por orden de tamaño?”
¡Casi que me hacen leña!

Esperé “contra esperanza”
en tanto esto escribía
- ¡Rico pan con mantequilla!
(Solita me relamía)

Cuando al fin al mostrador
llegué tan entusiasmada
muy seriote el panadero
dijo  -“¡Ya no queda nada!”

¡Que casi me da un soponcio!
-“¡Mi tiempo! ¿Quién lo devuelve?”
Me miró de arriba abajo
bravo (Que casi me muerde)

- “Señora, vuelva mañana
pero véngase temprano”
Cerró y me dijo un adiós
moviendo suave su mano.

Otra vez regresé a casa
con mis manos ¡Tan vacías!
Y como ahora no hay buses
cansada de la subida.

Me resbalé y la caída
casi, casi me desnuca
y esa noche, pues, cenamos
otra vez comiendo yuca.

Es que ahora es tan difícil
comprar comida normal
¡Oh, mi Señor! ¿Hasta cuando? 
Esto tiene qué cambiar.

Seguro que en Miraflores
están “Maduro y su combo”
cenando cosas mejores
porque en tv se ven gordos.

¡Claro, ellos no hacen colas
ni tienen qué caminar
de punto en punto de venta!
¡Qué vida esos se dan!

Dizque “velan por el pueblo”
y “nos mandan bendiciones”
Ley del embudo: ellos llenos,
nosotros con desazones.

Pueblo, pueblo, abre los ojos,
no caigas por inocente,
por culpa de esos ladrones
de hambre muere nuestra gente.

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